domingo, 15 de noviembre de 2009

Juan Barcelona

Juan Barcelona era hijo de La Roezna y de Josele, siendo su verdadero nombre Ramón Jiménez Tinoco.
Nació el día 24 de Septiembre de 1906, y como curiosidad anecdótica fue bautizado en Mairena del Alcor, donde por aquella época se encontraban sus padres pelando ganado.
Hay muchos aficionados que se preguntan porqué de la denominación de Barcelona; la respuesta real es la siguiente: Dicen que su madre al verle en el nacimiento exclamó: Ozú Josele, este niño es más grande que Barcelona. Apodo que se le quedaría eternamente y por el que fue sobradamente conocido.
Juan se casó con Josefa Núñez “La Pepilla”, gitana natural de Morón de la Frontera, hija del “Marquesito” y nieta del legendario Pinini. No tuvieron descendencia.
Juan Barcelona intervino en varias películas junto a artistas de gran renombre. Con Juanita Reina intervino en La Blanca Paloma y junto a Carmen Amaya hizo María de la O, donde además de la popular bailaora, intervinieron las no menos populares Pastora Imperio y María Amaya Fajardo “La Gazpacha”, famosa cantaora granadina, ganadora de uno de los premios en el célebre concurso de 1922; los exteriores de esta última película se rodaron en Alcalá de Guadaíra, -Hacienda Nueva y Santuario de la Ermita de la Virgen del Águila-.
Juan era muy pulcro y limpio en el vestir, alto y muy derecho, con su saber siempre estar, con una elegancia innata y dándole a cada uno su sitio. Por todas estas cualidades gozaba de una gran estima y admiración por donde le conocían.
Conjuntamente con una hija no natural de Joaquín el de la Paula, de nombre Mercedes y casada con un sobrino suyo, tiene grabado un cante por Tangos–Rumbas con la guitarra de Benítez el de Alcalá registrado por Caballero Bonald.
Juan Barcelona participó en varios recitales Flamencos acompañando a Platero de Alcalá, El Poeta y Alfredo Aragón como guitarrista. Trascendió fuera de nuestras fronteras, como fue en Portugal adonde se desplazó para trabajar con El Platero, Alfredo Aragón, El Poeta y la bailaora Isabel Vargas.
De él se cuenta varias anécdotas, de las que no se salvaron ni tan siquiera SSMM los Reyes de España, que en cierta ocasión que fueron agasajados en la caseta El Cortijo Oromana de la Feria de Sevilla con un cuadro Flamenco, ocurrió lo que sigue:
Al ir los artistas a ofrecer sus respetos a los Reyes y tocarle el turno a Juan Barcelona, se dirigió a Dª Sofía y le dijo textualmente: “Osú ¡qué reina más guapa, cojones! Es usted la reina más guapa de España, puñetas” provocando la sorpresa de ella y las risas de D. Juan Carlos.
Juan falleció el día 25 de Agosto de 1974, contando con sesenta y ocho años de edad.
Su amigo Francisco Vellecillos le recordó de esta forma:
No sabía cantar, no tocaba la guitarra, no era bailaor ni sabía hacer palmas. ¡Ah!, pero Juan Barcelona, omnipresente en todo el quehacer flamenco de su tierra, dueño y señor de la más alta prosapia del dificilísimo saber estar, estampa y blasón de la mejor gitanería, suma de bondad al servicio de la amistad y acaso uno de los últimos faraones de nuestra gitanería andaluza, no puede omitirse en ninguna referencia, vulgar o erudita que sea, del Alcalá que tanto amó. Si fuéramos poetas, ya habríamos escrito la oda a Juan Barcelona, cuyo espíritu vaga por las esquinas de su pueblo, en los alrededores de la Venta Platilla, por el arco que en la subida al Castillo daba acceso al camino de Joaquín el de la Paula.
La camisa rizada e impoluta, el traje ajustado y pulcro, el “estuche” llevado con la solemnidad de una corona imperial, la imagen de Juan Barcelona ha quedado eternamente vinculada a esta tierra tan querida y tan significante en la definida geografía del cante de los gitanos andaluces.
El Poeta alcalareño Manuel Álvarez López le dedicó este romance:

Barcelona es un gitano
de tan clara inteligencia,
que sin ser artista en nada,
es siempre el rey de la juerga.

Juan Tinoco, “Barcelona”,
sesenta y dos primaveras,
sin darle un disgusto al cuerpo,
si acaso mover la diestra
para empuñar la cuchara
o escanciar unas botellas,
que en estos dos menesteres,
Juan no admite competencia.

Así desde que nació
y hasta que de viejo muera,
porque según sus principios
transmitidos por herencia,
los gitanos que son puros,
la aristocracia, la crema,
los que descienden de reyes
por su línea más directa
no pueden manchar sus manos
con tan mezquina experiencia,
que el trabajo no es un don,
es una triste condena.

¿Qué diría Ramsés Tercero,
si a sus descendientes viera
con un pico y una pala,
o cualquier otra herramienta?

¡Primero muerto que hacer
a un Faraón tal ofensa!
por eso en Juan Barcelona
gitano de pura esencia,
el tiempo se ha detenido,
se ha clavado en los cuarenta
y no hay quien diga que Juan
ha doblado ya los treinta.

Alto, arrogante y apuesto,
con exquisitas maneras,
fino y pulcro en el vestir,
oliendo a colonia añeja,
no en balde se jacta Juan
de tener por compañera
a una mujer, que primero
se hunde el cielo y la tierra,
que su Juan salga a la calle
con manchas en la pechera;
y eso que Juan en amores
ha sido un sultán de Persia,
pero a la buena Pepilla
los celos no la atormentan,
sabe que Juan a la postre
será sólo para ella.

Porque un gitano cabal
cumple siempre sus promesas
y Juan es serio en sus cosas,
es hombre de ideas concretas.

Por eso y por su saber estar
no se organiza una fiesta
sin que Juan esté presente,
él, siempre se las arregla
para erigirse en maestro
de todos los que intervengan.

Y para justificarse
si algún gracioso protesta
se yergue como un ciprés,
estira sus largas piernas,
alza sus brazos al cielo,
se da sus dos o tres vueltas
y unos cuantos zapatazos
que hasta los cimientos tiemblan.

Después, sentado en la silla,
sus grandes manos abiertas,
los ojos desencajados
y entre sus raras morisquetas,
allá van cuatro “jipíos”
con voz cavernosa y hueca,
pero eso sí, a compás,
que por algo La Roezna
fue la que lo trajo al mundo
aunque en nada se parezca
a la que por soleares
fue consumada maestra.

Pero Juan se cree artista
y quién a Juan se lo niega,
si es pura amabilidad
si por nada se molesta
él dice a todos que sí,
tengan razón o no tengan;
siempre a flor de sus labios,
un halago, una promesa
que Juan sabe por su gloria,
que al final lo que interesa
es tener contento al payo
que ha de aflojar la cartera.

Juan Tinoco Barcelona,
un gitano de leyenda.

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